Como tantas otras enfermedades, el cáncer de cuello uterino se desarrolla en un espacio de tiempo bastante considerable. Desde que se produce la lesión hasta que se desarrolla un cáncer en el cuello del útero pueden pasar entre 10 y 20 años, por lo que la prevención puede salvar miles de vidas y evitar el desarrollo de la enfermedad. El cáncer de cuello uterino se diagnostica más frecuentemente en mujeres entre las edades de 35 y 44 años. La edad promedio al momento del diagnóstico es 50 años.
La Organización Mundial de la Salud estima: “En el ámbito mundial, el cáncer de cuello uterino es el cuarto cáncer más frecuente en la mujer, con una incidencia estimada de 604 000 nuevos casos en 2020. De las 342 000 muertes estimadas por cáncer de cuello uterino en 2020, más del 90% tuvieron lugar en los países de ingresos bajos y medianos. Las mujeres con VIH tienen seis veces más probabilidades de padecer cáncer de cuello uterino que las mujeres sin VIH, y se calcula que el 5% de todos los casos de cáncer de cuello uterino son atribuibles al VIH (2). Es más, en todas las regiones del mundo la contribución del VIH al cáncer de cuello uterino recae de forma desproporcionada sobre las mujeres más jóvenes”.
Al respecto, se considera que la prevención es una herramienta sumamente eficaz, a pesar de que las cifras siguen en ascenso, esto, señalan los profesionales, se debe principalmente a la falta de acceso tanto a información como atenciones en la salud. Actualmente, las estrategias en la lucha contra esta enfermedad pueden ser resumidas en la realización del cribado con Papanicolau cada 3 años en mujeres de 21 a 65 años y en mujeres de 30 a 65 años. También, efectuar el tamizaje con citología pruebas moleculares para ADN de VPH cada 5 años, además, la atención primaria comprende la vacunación contra VPH desde los 9 a 13 años, así como educación sexual.
En la atención primaria para esta enfermedad existen factores culturales que generan controversias en los padres o en el contexto mismo de ciertas naciones y comunidades, por lo que resulta delicada desarrollar programas y datos acerca de la enfermedad. Así también, el no acceder a la prevención primaria de la enfermedad lleva a muchas mujeres a ignorar los síntomas iniciales de la enfermedad o los controles, por lo que muchas acceden a un diagnóstico cuando el cáncer está en un desarrollo avanzado, teniendo cuenta los riesgos evidentes de estos contextos, se suma a ello la necesidad de tratamientos más costosos y especializado.
En este sentido, existen una serie de programas y recomendaciones que la OMS realiza cada año para alentar a las naciones a desarrollar estrategias en la lucha contra el cáncer de cuello uterino, además, instan a las organizaciones como universidades y grupos de profesionales a tomar partido en las estrategias primarias de prevención, sobre todo en el aspecto del acceso a información, herramienta esencial para despertar el interés por autocuidado y la prevención como hábitos a lo largo de la vida.